Bien, esta elección no es tan sencilla pues las dos son muy válidas y aceptables pero deben analizarse teniendo en cuanta ciertos factores, algunos de estos pueden ser: la cantidad de riesgo que quiera ser sometido el inversor, el horizonte de alcanzar unos resultados esperados, …
Por un lado, tenemos las criptomonedas, o conocidas como Bitcoin. Nos referimos a monedas virtuales, a las que se les atribuye un alto potencial de generación de alta rentabilidad a corto plazo, además de un carácter descentralizado además de una tecnología que le proporciona un marco innovador de la alta renta, lo cual estimula a aquellos inversores que pueden considerar altamente ventajoso tener la posibilidad de obtener, como si de un juego de ruleta se tratase, grandes plusvalías posibles en los márgenes de tiempo que requiere dicho inversor. En este aspecto, podemos señalar que a pesar de que son sumamente volátiles y carentes de una buena regulación en un buen número de países, con lo cual el riesgo del inversor tiende a aumentar, si este o este inversor se muestra dispuesto a asumir un alto riesgo o bien tiene un horizonte de inversiones largo, las criptomonedas pueden considerarse y entrar a formar parte de una cartera de inversión que combine las posibilidades anteriormente referidas. La propia evolución del sector de activos digitales o de criptomonedas, caso de los llamados NFTs o de smart contracts, podrían añadirles un valor no desdeñable.
Las inversiones tradicionales, caso de acciones, bonos o bienes inmuebles, por su parte, ofrecen estabilidad relativa con un historial demostrado en la generación de riqueza. No suelen ofrecer explosivas rentabilidades a corto plazo, pero si una serie de opciones diversificadas y menos arriesgadas en su práctica común para aquellas personas con un perfil conservador. Además, su regulación y su transparencia añaden componentes de mayor confianza y previsibilidad.
La mejor opción tal vez sea una combinación estratégica de ambas, la diversificación. Integrar criptomonedas en pequeñas proporciones en el portafolio mientras se asigna el grueso del mismo a inversiones tradicionales permitirá equilibrar el riesgo del portafolio y atreverse a aprovechar opcionalmente las oportunidades de crecimiento. Al fin y al cabo, el éxito dependerá de evaluar y obtener ese equilibrio entre la seguridad y la rentabilidad.
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