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Eichengreen comienza su análisis con una mirada retrospectiva a la historia financiera global. A lo largo del siglo XIX y principios del XX, los mercados financieros internacionales experimentaron un auge notable, especialmente con el patrón oro, que facilitaba el comercio y las inversiones transnacionales. Los mercados internacionales lograron un grado considerable de integración.
Sin embargo, la Primera Guerra Mundial y la Gran Depresión trajeron una interrupción significativa en la globalización financiera. Eichengreen estudia el fracaso del patrón oro de la posguerra y su incapacidad de autoregulación, lo que impedía que los países atendiesen sus necesidades internas y externas debido a los tipos de cambio fijo. Esto causó la fluctuación de los tipos de cambio y el surgimiento de varias crisis económicas y medidas proteccionistas para proteger las economías nacionales.
Pero tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, se reintentó un sistema monetario intenacional de tipos de cambio fijos, que pasaría a conocerse como el sistema de Bretton Woods, el cual se basaba en la creación de un Fondo Monetario Internacional, el cual auxiliaría a países en dificultades; la imposición de controles de capitales (hasta 1970s); y la posibilidad de reajuste de los tipos de cambio. Esta última, sin embargo, raramente se daba: los países temían dañar su reputación y que un reajuste resultara en una mayor devaluación de lo deseado. Este sistema era insostenible, sobre todo frente al aumento del comercio y transacciones internacionales durante los años 70, lo que ocasionó que los países retornaran a los tipos de cambio fluctuantes, dentro de una banda de fluctuación aceptable.
Fue la tecnología, junto con la liberalización de los mercados financieros, lo que permitió que el capital fluyera de manera más libre a través de las fronteras. Este fenómeno fue favorecido por los avances en la tecnología de la información y la financiación estructurada, que facilitaron las inversiones extranjeras directas y los flujos de capital a gran escala. En las siguientes décadas, el mercado internacional vería el auge de países como China, y el aumento de la relevancia de países del sudeste asiático, lo que ocasionó un aumento de la inversión. La inversión descontrolada y la globalización del sistema financiero ocasionó algunas crisis, como la crisis financiera asiática de finales de siglo.
En conclusión, el autor destaca los importantes beneficios económicos que la globalización del capital ha traído, como el aumento de la eficiencia económica, la distribución más eficiente de los recursos y el crecimiento económico sostenido en muchas economías. La integración financiera permitió a los países en desarrollo acceder a inversiones extranjeras, tecnología y nuevas oportunidades de crecimiento.
No obstante, también caben destacar los riesgos inherentes a esta apertura financiera global: la rapidez con que los flujos de capital se movían a través de las fronteras hacia economías menos desarrolladas (lo que exacerbaba las crisis económicas, creando distorsiones en los mercados financieros), el aumento de la desigualdad como consecuencia de la globalización, etc.
Eichengreen concluye la obra reflexionando sobre las lecciones que se pueden extraer de la historia de la globalización financiera. Argumenta que, si bien los beneficios de la globalización son claros, es necesario un marco adecuado de regulación y supervisión internacional para mitigar los riesgos asociados con la volatilidad de los mercados. La crisis financiera global de 2008, según Eichengreen, subraya la importancia de tener una regulación eficaz y de evitar la desregulación excesiva, ya que el capital no siempre fluye de manera eficiente, y puede desestabilizar economías enteras.
En resumen, La Globalización del Capital es una obra fundamental para entender cómo la globalización financiera ha cambiado el panorama económico mundial, con todos sus pros y contras. Eichengreen ofrece una visión crítica y profunda sobre los desafíos regulatorios y las consecuencias socioeconómicas de un mercado global interconectado, planteando que, aunque la globalización financiera puede ser beneficiosa, debe ser acompañada de mecanismos adecuados de control y supervisión para asegurar que sus beneficios sean sostenibles y accesibles para todos.
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